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Ver la versión completa : Un paseo por el alto llobregat



ilis
05/03/2015, 20:37
BASTA YA

Surge el Llobregat con chorros enérgicos entre rocas cubiertas de musgo. Las aguas saltan en un húmedo e íntimo recodo oscurecido por los árboles. Por encima crece el bosque de roble y boj; debajo, piedras pulidas, una arquitectura labrada por la fuerza del nuevo río. Luego, lo que era un riachuelo irregular se convierte en cauce sin tregua. Es un momento mágico al agua brota con nervio de las entrañas de la montañas de la montaña cual un regalo de los dioses.

Como un adolescente, el nuevo río grita su derecho a la vida y reclama acción. A los pocos metros, un canal lo sangra para convertirlo en fuerza motriz. Es el primero que se atreve a domesticar su rebeldía. Río proletario que impulsó la revolución industrial, mucho tendrá que trabajar antes de entregarse al mar. En su curso se multiplicarán las colonias fabriles y los molinos. Sus aguas han movido y moverán aspas, ruedas y turbinas; sacian pueblos y ciudades, riegan campos y son exprimidas hasta la última gota. Pero en sus fuentes todavía puede sentirse la naturaleza en estado puro.

Cuando se asciende por el curso del Llobregat se constata la enorme humanización desarrollada en sus riberas. Puentes medievales, colonias industriales del siglo XIX con iglesias modernistas, minas y presas se suceden describiendo la historia de un país. Hasta que en su cabecera aflora el paisaje primigenio: en la sierra de Catllarás, sobre La Pobla de Lillet, todavía se puede pasear por bosques de haya y pino que remiten a espacios míticos.

En su vertiente norte, a quinientos metros sobre el río, se abre el mirador del Roc de la Lluna. Desde él se distinguen bosques tupidos, rocas altas y lomas prietas. Enfrente, enmarcada entre cuernos gemelos del Pedraforca, a occidente, y el taga, a oriente, se alza la irreductible geología del cadí. Abajo, junto al río, algunas naves industriales y las casas de la Pobla de Lillet.

En el pueblo confluyen las épocas. Del pasado medieval, lo primero que se percibe es el airoso arco apuntado del Pont Vell. Luego, el visitante, podría recorrer las totuosas calles del núcleo antiguo. En él, la iglesia parroquial guarda la notable imagen de un Cristo en majestad, gran talla románica policromada procedente de la antigua iglesia de Santa María, también románica, situada a dos kilómetros del pueblo. Poco más arriba, sobre la pequeña colina, hay otra joya del mismo estilo, la singular iglesia de Sant Miquel, con forma cilíndrica y pequeño ábside semicircular. El compendio medieval queda bien surtido. Pero aún puede completarse, ya en la carretera hacia Castellar den`Hug, con la iglesia de Sant Vicenç de Rus, cuyo interior muestra la reproducción de los frescos que decoraron sus paredes.

En cuanto a tradición industrial, en el Catllarás ya se encuentran algunos indicios cerca del río. Por ejemplo, el Xalet diseñado por Gaudí para albergar a los ingenieros que dirigían las prospecciones mineras de la sierra, o el más curioso Joc de Pilota, una explanada donde, a principios del siglo pasado, los técnicos ingleses de las minas practicaban un curioso deporte que llamaban fútbol. En el pueblo puede observarse el barrio de Les Coromines, con calles paralelas tiradas a cordel y edificios iguales.

Además, se ha recuperado el trazado de un antiguo ferrocarril de vía estrecha. Cruzan el pueblo, remontan el curso del Llobregat y pasan por un atractivo escondido: los jardines Artigas. Cuando Gaudí pasó por estas tierras se alojó en casa de los Artigas y, en agradecimiento a su hospitalidad, les regaló un diseño del jardín que se extiende por ambas orillas del río. Como en las zonas más rústicas del barcelones parque Güell, aquí, piedra pómez y piedras sin pulir crean cuevas, delimitan caminos, tienden puentes, elevan columnas y erigen extrañas figuras.

El destino del tren es, como lo era antaño, la fábrica del Clot del Moro, una obra modernista con cubiertas abombadas como caparazones de animales. Pero, en vez del cemento que allí se producía, llevarán a los visitantes al Museu del Transport (Museo del Transporte): locomotoras, tranvías, funiculares y coches de bomberos ocupan ahora las naves.

La fábrica puede apreciarse también desde la carretera que sube a Castellar de n´Hug. Es la misma que, tras pasar por la iglesia de Sant Vicenç de Rus, alcanza el desvío hacia las fuentes del Llobregat. Un pequeño camino, empedrado y protegido por una barandilla, acerca al nacimiento del río. El espacio guarda cierta intimidad, con el reconocimiento que merece cada nacimiento.

Luego, el mismo camino continúa ascendiendo. El fragor del agua se esconde en el fondo del torrente y, a medida que ganamos altura, se abren los horizontes. Así se alcanza Castellar de n´Hug. Envuelto por riscos y prados empinados, el pueblo se cuelga de la vertiente en un alto balcón. Los bosques quedan abajo. El aire se vuelve fino, huele a Pirineo. Las casas de piedra exhiben una arquitectura maciza, austera y esencial. El máximo adorno aparece en los bucles que dibujan los herrajes de la puerta de la iglesia parroquial. En las calles abundan los restaurantes, las tiendas de productos artesanos y, sobre todo, las panaderías, todas con el curioso rótulo que anuncia el único pan cocido con leña.

De continuar la ascensión hacia La Molina, se sucederán los prados. Aquí, el paisaje tiene todos los ingredientes de la alta montaña; el resto del mundo parece quedar lejos, escondido en el fondo de los valles. La naturaleza se vuelve esencial. Un manto verde suaviza los relieves que parecen rasgados por crestas grises de piedras rebeldes.

Un poco más allá de Castellar de n´Hug la carretera se desvía a otra más estrecha que serpentea entre prados y robledos hacia el santuario de Mogrony. Al rato se alcanzan las ruinas del castillo de Mataplana. Durante siglos durmieron bajo cascotes y tierra, pero los arqueólogos les han vuelto a la luz. Ahora se distinguen la planta, algún dintel y el pequeño patio central.

Alrededor pastan las vacas. Sus cencerros suenan donde se oyeron los pasos del mítico conde Arnau y cantos de trovadores. Quizá no se escuchen los versos de que Guillem de Berguedà ridiculizó al señor feudal Ponç de Mataplana y lo tidó de traidor y débil. Pero seguro que sí los que le brindó tras morir Ponç en lucha contra los moros. Empieza así: “Consiros cant e planc e plor”, y sigue en uno de los más sentidos lamentos de la lírica provenzal.

Por la vida, ilis

malanchela
06/03/2015, 00:31
un placer volver a releerte ilis, un abrazo

rizos13
06/03/2015, 10:06
Una zona de Catalunya realmente interesante, 100% recomendable