La otra roma

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    • 26 jul, 2005
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    • SANT PERE DE VILAMAJOR(Barcelona)

    La otra roma

    BASTA YA


    Probablemente nunca antes el culto a lo divino haya generado tal cúmulo de tesoros artísticos, ni tal concentración de poder en el Estado más pequeño del mundo pero que cuenta con 1.011 millones de súbditos con una organización piramidal que llega a todos los rincones del planeta y un fastuoso ceremonial con el que no puede soñar ninguno de los "siete grandes".

    Creyentes y agnósticos, turistas anónimos y celebridades son recibidos por la cuádruple colunata que Bernini levantó, con sus 284 colunnas y sus 88 pilares pulidos, que restallan en todo su esplendor. Al fondo, la monumental fachada principal con su original color amarillo pajizo. En total, un rosario de 138 actos solennes se suceden a lo largo del año en este magnifico escenario. Actos para todos: para la Curía romana y para los enfermos, para las mujeres y para los prófugos; canonizaciones, el vía crucis papal que llega hasta el Coliseo y ceremonias en ritos varios como son el antioqueno, bizantino, mozárabe, copto............

    A comienzos de la era cristiana, las colinas vaticanas eran un arrabal de Roma que albergaba los jardines de Agripina y el circo de Calígula y Nerón. Algo de eso queda, pero hoy en los jardines se puede ver a los monseñores haciendo "footing" en pantalón corto.

    Allí, se cree, fue enterrado san Pedro y, desde entonces se convirtió en lugar de peregrinación. Después, Constantino promulga el edicto que prohibe la persecución de los cristianos y ordena la primera basílica, pero pasarán más de 2.000 años, para que una vez salvado el exilio en Aviñón, el papado abandone San Juan de Letrán e instale allí su sede.

    Durante ese tiempo, la Iglesia había ido atesorando obras de arte, joyas y poder por lo que el antiguo templo, muy deteriorado y poco visitado, ya no resultaba adecuado. Entoces empiezan las grandes obras de la época de esplendor y, con ellas, la nueva acumulación de tesoros. Un largo proceso de incremento y superposición que dura hasta hoy mismo.

    Quizás porque se ha levantado "a mayor gloria de Dios", en el Vaticano todo es de dimensiones colosales y tan abudante que resulta abrumador. La basílica de San Pedro se empezó a construir bajo la dirección de Bramante y en el siglo y medio que duraron sus obras, en ellas participaron los más grandes del renacimiento y el barroco italiano, desde Miguel Angel y Rafael hasta Bernini.

    A Miguel Angel, se debe la cúpula de San Pedro con sus 42 metros de diametro (en realidad son dos, una encajada dentro de la otra). Una obra maestra con una extraña luminosidad que cambió radicalmente la arquitectura.

    Desde la escalera que las une, uno no save con que visión quedarse. Hacia afuera, la mirada abarca toda la ciudad papal a vista de pajaro y una esplendida panoramica de Roma. Hacia el interior, la vista se posa en el baldaquino de columnas salomónicas que Bernini fundió en bronce traido del Panteón, cumplimentandolo con la cátedra de San Pedro, toda recubierta de oro y coronada por una Trinidad descendente, para cubrir el altar papal.

    El artista también imprimio su huella (y de que manera) en la Capilla Sixtina, en cullas paredes trabajaron además las manos de Boticelli, Perugino y Ghirlandaio. Mil metros cuadrados pintados al fresco en su techo, trescientas figuras, columnas y guirnaldas que cubren cada palmo ajustandose a su arquitectura como un guante.

    Junto al techo, pintó el gran "Juicio Final" que cubre el muro del altar. Sus desnudos resultaron tan indecentes para los relijiosos de su época, que mandaron cubrirlos (tuvieron que hacerlo manos anónimas pues Miguel Angel se negó). Sólo hace algo más de once años que tras una restauración han vuelto a aparecer.

    La basilica de San Pedro y la Capilla Sixtina llenan por si solas largas horas de contemplación pero no agotan los tesoros del Vaticano, pues no hay en el mundo museo alguno que albergue tanta variedad artística como la que encierra este pequeño pais.

    El recorrido por los Museos Vaticanos supone 7 km, organizado en diferentes rutas que oscilan entre 90 minutos a más de 5 horas. Allí hay obras de Bellini, Da Vinci o Caravaggio. Un museo egipcio, otro griego y otro etrusco. Una galería de tapices, otra de mapas y otra de candelabros. Piezas únicas de escultura antigua, como el "Loaconte", pero también cuadros de Picasso, Bacon o Moore. Por si fuera poco, la biblioteca vaticana tiene la mayor colección del mundo de manuscritos mediavales y renacentistas. Y no es más que una infima parte a la que habría que sumar la que no se expone, por unos u otros motivos. Es el caso de los territorios privados del Papa que contienen grandes obras vedadas al común de los mortales, como las "loggias" de Rafael, de las que se dice que solo por verlas merece la pena tener relaciones con algún alto prelado (única manera de alcanzar su contemplación).

    La acumulación de arte inmovil que han dejado veinte siglos de era cristiana es el escenario donde, año tras año, se cumple un calendario, cuajado de celebraciones con todo el especto de fastuosos montajes teatrales. Un arte viviente, éste, que provoca asombro, y también una reacción dual: atracción por el imponente espectáculo de cualquiera de sus representaciones, y rechazo ante el exceso y derroche de semejante exhibición de pompa.

    Con mucha suerte, a los efectos especiales, puede añadirse el elemento sorpresa. Para asistir a estas celebraciones especiales hay que obtener invitación, pero eso en Roma ya se save........quien tiene un amigo que conoce a un amigo de un amigo que a su vez tiene un amigo......Cenar junto a los salones donde organizan las suyas los cardenales. Comer en una trattoria rodeados por la Curia. Ir de compras a la farmacia donde encontrar la medicina que no has sido capaz de encontrar en cualquier otra parte o a Correos, donde las targetas telefonicas son obras de arte. Saver del escandalo que se montó cuando Pablo VI suprimió la cola de 8 m. en la carisima vestimenta cardenalicia.

    El Vaticano es el único Estado que mantiene un ceremonial capaz de asombrar al mundo y en cualquier caso, el Vaticano ha cruzado el siglo tan vivo como siempre, con los mismos tesoros acumulados a los que se sumaran otros y con su ceremonial irrepetible.

    Por la vida, lis
    La vida, si no es una aventura excitante, no merece la pena ser vivida.
Trabajando...