BASTA YA
La carretera atraviesa una tierra parda. A su izquierda, se levantan los restos de una ermita. A la derecha, los muros encalados de un pequeño cementerio. Unas curvas más, y se divisan las murallas de Sant Martí d´Empúries, la amplia bahía de Roses, los montes abruptos del cabo de Creus. Todo recuerda que éste es un país muy viejo, donde el hombre ha hecho y deshecho desde hace milenios.
Efectivamente, corría el año 600 a.C. cuando unos marineros griegos de “Masalia” (Marsella) dejaron atrás la pequeña colonia de “Rhode” y siguieron su navegación con rumbo sur, hasta llegar a un paraje bellísimo, amable, ideal para atracar su nave. Bajaron a tierra, mientras los habitantes de un poblado cercano se aproximaban al buque. Casi de inmediato, se estableció el trueque entre ellos. Hierros y cereales, necesarios para la prospera “Masalia”, se canjearon por perfumes de Egipto, vino de Grecia, copas etruscas.........
Muy pronto, las naves que procedían de Cádiz, Ibiza, de las colonias de Italia, quizá de la misma Grecia, establecieron una parada habitual en el pequeño puerto. Aguaban en el río Ter, que desembocaba a corta distancia, reparaban aparejos, intercambiaban productos, descansaban..... El pragmatismo mercantil bautizó aquella primera factoría como “Emporion” (mercado en griego).
Un paseo austero recorre hoy esta costa, con travesaños de madera sombreados por pinos y tamarindos. Sigue las distintas calas y pasa junto a las ruinas de la Empúries griega, sugiriendo de forma original, volcada al puerto, con los tres lados que daban al interior protegidos por murallas, y sus casas, de planta rectangular y base de piedra. En el centro, junto al mercado cubierto, se abría la gran ágora; al sur, el templo de Esculapio, dios de la medicina y de los marineros.
Otra ciudad se encuentra más al interior, detrás del antiguo convento que hoy alberga el museo. Su historia empieza el año 218 a.C., cuando un ejercito romano desembarcó para combatir a los cartagineses en la península ibérica. De las lomas del primer campamento, se pasó a casas con zócalo de piedra y paredes de adobe. Un perfecto rectángulo amurallado alberga el foro, rodeado de pórticos, templos y tiendas. Algunas viviendas aún muestran los mosaicos de sus suelos. La ciudad se completó con un anfiteatro y con la palestra, ya fuera del recinto amurallado. Sin embargo, a la “Emporiae” romana también le llegó su hora y empezó una implacable decadencia.
Todo este pasado, oculto durante siglos, salió a la luz con las excavaciones dirigidas por el arquitecto Puig i Cadafalch. Gracias a ellas, el visitante actual puede recorrer la ciudad griega y parte de la romana, y los vestigios que atesora el museo. Quizá los habitantes de los tiempos heroicos no reconocerían el enclave actual: el río Ter fue desviado, y las arenas de la playa de Roses ahogaron el puerto y formaron dunas. Pero Sant Martí d´Empúries conserva parte de la muralla y un ancho paseo lo une con los yacimientos. Y, sobre todo, persiste la presencia del mismo mar azul, la playa dorada, el verdor de los pinos....... La quintaesencia del Mediterráneo.
En las proximidades son recomendables las visitas a Rosas, localidad turística donde, en su ciudadela, se asentó una ciudad griega procedente de Rodas, de ahí su nombre. Castelló d´Empúries, ciudad medieval que alberga una iglesia gótica, con una magnifica fachada. L´Escala, villa de sabor marinero, mantiene su justa reputación como productora de anchoas que, no hay que dejar de degustar. Sant Matí d´Empuries, conserva sobre la ciudad antigua (paleópolis), masías, casas de veraneo y una iglesia gótica. Ullastret, un poblado ibero con murallas, torres, calles adoquinadas y numerosos silos.
En cualquiera de estas localidades, tampoco deberíamos dejar de rendir culto al “suquet”, plato elaborado a base de pescado de roca y patatas.
Por la vida, ilis
La carretera atraviesa una tierra parda. A su izquierda, se levantan los restos de una ermita. A la derecha, los muros encalados de un pequeño cementerio. Unas curvas más, y se divisan las murallas de Sant Martí d´Empúries, la amplia bahía de Roses, los montes abruptos del cabo de Creus. Todo recuerda que éste es un país muy viejo, donde el hombre ha hecho y deshecho desde hace milenios.
Efectivamente, corría el año 600 a.C. cuando unos marineros griegos de “Masalia” (Marsella) dejaron atrás la pequeña colonia de “Rhode” y siguieron su navegación con rumbo sur, hasta llegar a un paraje bellísimo, amable, ideal para atracar su nave. Bajaron a tierra, mientras los habitantes de un poblado cercano se aproximaban al buque. Casi de inmediato, se estableció el trueque entre ellos. Hierros y cereales, necesarios para la prospera “Masalia”, se canjearon por perfumes de Egipto, vino de Grecia, copas etruscas.........
Muy pronto, las naves que procedían de Cádiz, Ibiza, de las colonias de Italia, quizá de la misma Grecia, establecieron una parada habitual en el pequeño puerto. Aguaban en el río Ter, que desembocaba a corta distancia, reparaban aparejos, intercambiaban productos, descansaban..... El pragmatismo mercantil bautizó aquella primera factoría como “Emporion” (mercado en griego).
Un paseo austero recorre hoy esta costa, con travesaños de madera sombreados por pinos y tamarindos. Sigue las distintas calas y pasa junto a las ruinas de la Empúries griega, sugiriendo de forma original, volcada al puerto, con los tres lados que daban al interior protegidos por murallas, y sus casas, de planta rectangular y base de piedra. En el centro, junto al mercado cubierto, se abría la gran ágora; al sur, el templo de Esculapio, dios de la medicina y de los marineros.
Otra ciudad se encuentra más al interior, detrás del antiguo convento que hoy alberga el museo. Su historia empieza el año 218 a.C., cuando un ejercito romano desembarcó para combatir a los cartagineses en la península ibérica. De las lomas del primer campamento, se pasó a casas con zócalo de piedra y paredes de adobe. Un perfecto rectángulo amurallado alberga el foro, rodeado de pórticos, templos y tiendas. Algunas viviendas aún muestran los mosaicos de sus suelos. La ciudad se completó con un anfiteatro y con la palestra, ya fuera del recinto amurallado. Sin embargo, a la “Emporiae” romana también le llegó su hora y empezó una implacable decadencia.
Todo este pasado, oculto durante siglos, salió a la luz con las excavaciones dirigidas por el arquitecto Puig i Cadafalch. Gracias a ellas, el visitante actual puede recorrer la ciudad griega y parte de la romana, y los vestigios que atesora el museo. Quizá los habitantes de los tiempos heroicos no reconocerían el enclave actual: el río Ter fue desviado, y las arenas de la playa de Roses ahogaron el puerto y formaron dunas. Pero Sant Martí d´Empúries conserva parte de la muralla y un ancho paseo lo une con los yacimientos. Y, sobre todo, persiste la presencia del mismo mar azul, la playa dorada, el verdor de los pinos....... La quintaesencia del Mediterráneo.
En las proximidades son recomendables las visitas a Rosas, localidad turística donde, en su ciudadela, se asentó una ciudad griega procedente de Rodas, de ahí su nombre. Castelló d´Empúries, ciudad medieval que alberga una iglesia gótica, con una magnifica fachada. L´Escala, villa de sabor marinero, mantiene su justa reputación como productora de anchoas que, no hay que dejar de degustar. Sant Matí d´Empuries, conserva sobre la ciudad antigua (paleópolis), masías, casas de veraneo y una iglesia gótica. Ullastret, un poblado ibero con murallas, torres, calles adoquinadas y numerosos silos.
En cualquiera de estas localidades, tampoco deberíamos dejar de rendir culto al “suquet”, plato elaborado a base de pescado de roca y patatas.
Por la vida, ilis
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