En octubre de hace 10 años visité por primera, y única vez, parte de la provincia de Cádiz con una Volkswagen LT 28, medio camperizada que tenía. Me lleve una muy agradable sensación, por eso sentía una necesidad de volver ya con una Autocaravana en toda regla, así que el 13 de junio nos pusimos en carretera rumbo a Sanlúcar de Barrameda, pueblo por otra parte no conocí en la anterior visita y del que había oído hablar verdaderas maravillas. Tras 700 km nos plantamos a última hora de la tarde en el Área Privada de Sanlúcar, conocido por Parking de caravanas y autocaravanas ya que el Área Pública que hay en el mismo pueblo estaba en estos momentos cerrada pues están montando unas atracciones feriales. Aunque dista unos 4 km del pueblo, solo puedo decir que estuvimos pero que muy bien, el encargado es un tipo agradable y servicial, nos dio todo tipo de facilidades y de información, bien Alfonso. Además estábamos a unos 100 metros de la playa, con un chiringuito para ver la puesta de sol y como a unos 300 metros dos bares restaurantes con unas tapas fabulosas (Bachicha y sobre todo Navarrito), de quitar el hipo vaya. Junto a ellos la parada de bus con salida y llegada cada hora y que en escasos 20 minutos te deja en el centro de Sanlúcar, junto a ese mercado de abastos que, aunque provisional, es una maravilla. Al final estábamos tan bien en el Área que nos quedamos 3 noches en una buena pradera de césped.
Sanlúcar de Barrameda es un pueblo especial, realmente especial, un encanto, pasear por la zona comercial peatonal, tomarse unas tapas, cómo están esas papas aliñás del Barbiana que son para hacerlas un monumento, o esas tortillitas de camarones de Casa Balbino, madre mía, y luego acercarse a Bajo de Guía y tomarse en Casa Bigote unas tapas de atún elaborado de diferentes formas, lujo lujo. Además recomiendo hacer una excursión en el barco Real Fernando por el Guadalquivir aguas arriba y visitar un poco el Coto de Doñana, muy bien. Por cierto, siguiendo los consejos de Alfonso para beber hay que pedir un gorrión que es manzanilla en rama en un vasito pequeño especial y que me gustó tanto que me traje media docena de ellos.
Tras estos especiales días nos acercamos a dormir al Área Pública de Rota, junto a la playa de Punta Candor, a unos 4 km del centro, con un autobús que te acerca a Rota. La playa está muy bien, pero la verdad es que observé que en ese Área la gente se queda como muchos días, incluso escuche a un compañero que se tiraba ahí 3 meses, no sé, me parece inadecuado, en fin, cada uno es libre. 2 noches y una visita a la ciudad, que la verdad es la que menos me ha gustado.
Seguimos viaje y dejamos la AC en el parking Pasarela de El Puerto de Santa María, ciudad que ya conocíamos, y que da gusto volver, junto al castillo había un rastrillo de cosas viejas que nos encantan, tiene también una basílica muy interesante y luego fuimos a darnos un merecido homenaje a varios sitios que nos recomendaron unos amigos, muy bien la cena que en el restaurante Los Portales y muy buena la comida en el Patio de las 7 esquinas, que aunque costó encontrarlo al final dimos con él y merece la pena. Para acabar la noche, frente al parking en un pub, junto al río Guadalete había un concierto de música en directo de los años 80 que nos rejuveneció un poco, eso si bien acompañado de un gin-tonic.
Como llevábamos unos días por la zona costera y empezaba a hacer bastante calor, en nuestra ignorancia se me ocurrió acercarnos a la sierra pensando que esto es como en el centro de la Península, luego me he dado cuenta que con el calor en la playa se está mejor, fuimos a visitar Arcos de la Frontera, una preciosidad pero con una calorina imposible de soportar, después de comer, muy bien unas tapas en restaurante San Marcos, nos fuimos hasta El Bosque que además dispone de zona para el vaciado y llenado. Seguía el calor y aunque nos instalamos junto al río al final nos dimos un buen paseo por este pueblo tan serrano.
La mañana siguiente la pasamos atravesando sierras hasta llegar a Ubrique, donde mi mujer estaba encaprichada con adquirir algún producto del cuero que tanta fama tienen, la realidad es que hay muchas tiendas de piel pero no nos cuadró casi nada de lo que vimos y por tanto la cartera no se resintió en demasía.
Cansados de tanto calor nos acercamos nuevamente a la costa, esta vez volver a visitar Zahara de los Atunes, que tanto nos gustó la anterior vez, aunque hay sitios de sobra para pernoctar, yo no estaba bien en ninguno de ellos, tras muchas vueltas e indecisiones finalmente entramos en el camping que ya conocíamos, muy majo, una parcela muy sombreada y con acceso directo a la playa con una zona verde con sus mesas y hamacas, al final nos quedamos dos noches. A veces suele ocurrir que vuelves a un sitio en el que estuviste hace años y del que tenías un recuerdo espléndido y cuando regresas te quedas como un poco helado, esto nos pasó en el restaurante El Huesi, donde en su día comimos un atún encebollado que se nos quedó grabado a fuego en nuestra memoria, y en cambio esta segunda vez no comimos bien.
Al día siguiente nos fuimos a visitar la playa de Bolonia y las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia, la otra vez fuimos un lunes y cerrado estaba. Para llegar tuve que coger con fuerza el volante y no pasar de 60 km/ hora porque hacía un viento lateral fortísimo, la playa de Bolonia es una gozada, aunque el fuerte viento de levante llevaba la arena con tal violencia que golpeaba en las piernas como balines, además hay una duna que es impactante. La comida en el restaurante Las Rejas, un verdadero acierto, nos pusieron unas croquetas de choco y un pargo a la espalda para chillarlos, exquisitos.
Ya por la tarde nos acercamos a conocer Vejer de la Frontera, debo decir que es uno de los pueblos más bonitos que he conocido, fuimos al restaurante Las Delicias donde trabaja, bueno ahora ya no, el hijo de unos vecinos de mi pueblo, que tiene fama de ser un afamado cocinero en la onda de Ángel León y que se ha trasladado a otro restaurante en EEUU, lástima que no pudimos saludarle. Callejear por Vejer es un placer. Cuando te da sed entras en un bar, cuando tienes hambre pides unas tapas, nos perdimos y hasta nos costó encontrar el parking Los Remedios donde pasamos una noche muy buena.
Se nos iban acabando los días y ya habíamos decidido que el regreso lo haríamos desde donde habíamos empezado, esto es, desde Sanlúcar de Barrameda, queríamos aprovisionarnos de chacinas, quesos, dulces, patatas, vinagre, aceite, conservas, vinos, mariscos, (singularmente los apreciados langostinos) y eso es lo que hicimos, una parada para comer en la excelente Chipiona, donde vimos unos sitios muy buenos para pernoctar y donde por supuesto nos trajimos para casa nuestra ración de botellas de moscatel, y ya de tarde nuevamente en el Área de Sanlúcar y tras otro homenaje de despedida en casa Navarrito, por la mañana la visita al mercado de abastos donde además tuvimos la suerte que ese día había sido muy bueno para la pesca y los langostinos abundaban en los puestos y estaban pero que a un precio muy interesante. Así que a la nevera y regreso a casa.
Hemos pasado unos días muy agradables que en definitiva en eso consiste irse de vacaciones y como se dice por esas tierras gaditanas hemos dado más vueltas que el barco del arroz, que está semihundido entre la costa de Sanlúcar y de Matalascañas.
Ya en casa vaciar y limpiar con esmero la autocaravana, nuestra querida Gudrula, porque en unos días vendrá a recogerla Javier, su nuevo propietario, al que deseo que sea tan feliz en ella como lo hemos sido nosotros en estos más de cinco años que nos ha acompañado.
Miguel Ángel Saldaña Hernández (mash)
Sanlúcar de Barrameda es un pueblo especial, realmente especial, un encanto, pasear por la zona comercial peatonal, tomarse unas tapas, cómo están esas papas aliñás del Barbiana que son para hacerlas un monumento, o esas tortillitas de camarones de Casa Balbino, madre mía, y luego acercarse a Bajo de Guía y tomarse en Casa Bigote unas tapas de atún elaborado de diferentes formas, lujo lujo. Además recomiendo hacer una excursión en el barco Real Fernando por el Guadalquivir aguas arriba y visitar un poco el Coto de Doñana, muy bien. Por cierto, siguiendo los consejos de Alfonso para beber hay que pedir un gorrión que es manzanilla en rama en un vasito pequeño especial y que me gustó tanto que me traje media docena de ellos.
Tras estos especiales días nos acercamos a dormir al Área Pública de Rota, junto a la playa de Punta Candor, a unos 4 km del centro, con un autobús que te acerca a Rota. La playa está muy bien, pero la verdad es que observé que en ese Área la gente se queda como muchos días, incluso escuche a un compañero que se tiraba ahí 3 meses, no sé, me parece inadecuado, en fin, cada uno es libre. 2 noches y una visita a la ciudad, que la verdad es la que menos me ha gustado.
Seguimos viaje y dejamos la AC en el parking Pasarela de El Puerto de Santa María, ciudad que ya conocíamos, y que da gusto volver, junto al castillo había un rastrillo de cosas viejas que nos encantan, tiene también una basílica muy interesante y luego fuimos a darnos un merecido homenaje a varios sitios que nos recomendaron unos amigos, muy bien la cena que en el restaurante Los Portales y muy buena la comida en el Patio de las 7 esquinas, que aunque costó encontrarlo al final dimos con él y merece la pena. Para acabar la noche, frente al parking en un pub, junto al río Guadalete había un concierto de música en directo de los años 80 que nos rejuveneció un poco, eso si bien acompañado de un gin-tonic.
Como llevábamos unos días por la zona costera y empezaba a hacer bastante calor, en nuestra ignorancia se me ocurrió acercarnos a la sierra pensando que esto es como en el centro de la Península, luego me he dado cuenta que con el calor en la playa se está mejor, fuimos a visitar Arcos de la Frontera, una preciosidad pero con una calorina imposible de soportar, después de comer, muy bien unas tapas en restaurante San Marcos, nos fuimos hasta El Bosque que además dispone de zona para el vaciado y llenado. Seguía el calor y aunque nos instalamos junto al río al final nos dimos un buen paseo por este pueblo tan serrano.
La mañana siguiente la pasamos atravesando sierras hasta llegar a Ubrique, donde mi mujer estaba encaprichada con adquirir algún producto del cuero que tanta fama tienen, la realidad es que hay muchas tiendas de piel pero no nos cuadró casi nada de lo que vimos y por tanto la cartera no se resintió en demasía.
Cansados de tanto calor nos acercamos nuevamente a la costa, esta vez volver a visitar Zahara de los Atunes, que tanto nos gustó la anterior vez, aunque hay sitios de sobra para pernoctar, yo no estaba bien en ninguno de ellos, tras muchas vueltas e indecisiones finalmente entramos en el camping que ya conocíamos, muy majo, una parcela muy sombreada y con acceso directo a la playa con una zona verde con sus mesas y hamacas, al final nos quedamos dos noches. A veces suele ocurrir que vuelves a un sitio en el que estuviste hace años y del que tenías un recuerdo espléndido y cuando regresas te quedas como un poco helado, esto nos pasó en el restaurante El Huesi, donde en su día comimos un atún encebollado que se nos quedó grabado a fuego en nuestra memoria, y en cambio esta segunda vez no comimos bien.
Al día siguiente nos fuimos a visitar la playa de Bolonia y las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia, la otra vez fuimos un lunes y cerrado estaba. Para llegar tuve que coger con fuerza el volante y no pasar de 60 km/ hora porque hacía un viento lateral fortísimo, la playa de Bolonia es una gozada, aunque el fuerte viento de levante llevaba la arena con tal violencia que golpeaba en las piernas como balines, además hay una duna que es impactante. La comida en el restaurante Las Rejas, un verdadero acierto, nos pusieron unas croquetas de choco y un pargo a la espalda para chillarlos, exquisitos.
Ya por la tarde nos acercamos a conocer Vejer de la Frontera, debo decir que es uno de los pueblos más bonitos que he conocido, fuimos al restaurante Las Delicias donde trabaja, bueno ahora ya no, el hijo de unos vecinos de mi pueblo, que tiene fama de ser un afamado cocinero en la onda de Ángel León y que se ha trasladado a otro restaurante en EEUU, lástima que no pudimos saludarle. Callejear por Vejer es un placer. Cuando te da sed entras en un bar, cuando tienes hambre pides unas tapas, nos perdimos y hasta nos costó encontrar el parking Los Remedios donde pasamos una noche muy buena.
Se nos iban acabando los días y ya habíamos decidido que el regreso lo haríamos desde donde habíamos empezado, esto es, desde Sanlúcar de Barrameda, queríamos aprovisionarnos de chacinas, quesos, dulces, patatas, vinagre, aceite, conservas, vinos, mariscos, (singularmente los apreciados langostinos) y eso es lo que hicimos, una parada para comer en la excelente Chipiona, donde vimos unos sitios muy buenos para pernoctar y donde por supuesto nos trajimos para casa nuestra ración de botellas de moscatel, y ya de tarde nuevamente en el Área de Sanlúcar y tras otro homenaje de despedida en casa Navarrito, por la mañana la visita al mercado de abastos donde además tuvimos la suerte que ese día había sido muy bueno para la pesca y los langostinos abundaban en los puestos y estaban pero que a un precio muy interesante. Así que a la nevera y regreso a casa.
Hemos pasado unos días muy agradables que en definitiva en eso consiste irse de vacaciones y como se dice por esas tierras gaditanas hemos dado más vueltas que el barco del arroz, que está semihundido entre la costa de Sanlúcar y de Matalascañas.
Ya en casa vaciar y limpiar con esmero la autocaravana, nuestra querida Gudrula, porque en unos días vendrá a recogerla Javier, su nuevo propietario, al que deseo que sea tan feliz en ella como lo hemos sido nosotros en estos más de cinco años que nos ha acompañado.
Miguel Ángel Saldaña Hernández (mash)
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