Holanda, año 2014. El primer día de estancia, acampado en un camping (no voy a citar sitios, solo el país) sufro un tremedo ataque de ciática que me deja tumbado en el suelo del pasillo de la AC, sin poder moverme y entre alaridos de dolor.
Mi familia se acerca a recepción y no de muy buena gana, acceden a llamar a una ambulancia. Llega rapidamente, me suben a una camilla y me llevan al hospital. Aproximadamente siete minutos de recorrido, sin sirenas ni urgencias y con el camillero contándome para distraerme, en inglés, porque yo de holandés ni papa, la paliza de Alemania a Brasil en el partido del Mundial de Futbol del día anterior. Como digo, unos siete minutos sin prisas, porque era Domingo a primera hora y apenas había tráfico.
En el Hospital me atienden de maravilla, incluyendo unos "chutes" de morfina, varios porque parecía imposible obtener alivio a mis dolores. Como son gente práctica, en cuanto los médicos creen que la situación está más o menos controlada,nos comunican que, ya que no consideran necesario ingresarme en planta, tengo que irme de allí. Me facilitan una silla de ruedas, me sacan al recibidor y allí nos quedamos esperando a un taxi. Mis hijos se ocupan de la burocracia y presentando la Tarjeta Sanitaria Europea, los de Recepción hacen una serie de llamadas a España, para comprobar unas cosas y nos dicen que todo está OK y la Tarjeta lo cubre todo. No hay problema alguno.
Mientras llega el taxi que nos llamaron desde recepción, mis hijos se acercan a la farmacia para retirar los medicamentos recetados por los médicos del hospital. Aun estando muy cerca, observamos que tardan bastante en volver y nos preguntamos si es que se habrán encontrado con algún problema. Finalmente regresan y nos cuentan que han metido todos los datos en el ordenador, después han impreso unas etiquetas con los datos de mi historial y datos de los médicos del hospital, pegándolas en cada envase, de forma que el medicamento queda personalizado. Una vez hecho esto, pidieron a mis hijos que pasaran a una habitación adyacente y allí, como si de un consultorio médico se tratara, estuvieron durante casi diez minutos explicándoles como funcionaban los medicamentos, la forma de administrarlos, posibles contraindicaciones, como actuar en caso de aparecer efectos secundarios y muchas cosas más. Impresionante.
Regresamos al camping en el taxi y los siete días siguientes los pasé viendo el Mundial en la tele, mientras que mi familia intentaba aprovechar el viaje haciendo excursiones. Cuando me pude mover y muy a nuestro pesar, iniciamos el viaje de vuelta a casa poquito a poco para continuar allí con la recuperación. Vacaciones arruinadas.
Y ahora, vamos al lío, tras comenzar mi intervención, tal y como en mi es costumbre, con un pequeño preámbulo.
Al cabo de unos meses, encuentro en el buzón de mi domicilio una carta procedente de Holanda remitida vía correo ordinario. Tiene el membrete del hospital, o de la compañía de ambulancias, no recuerdo bien y parece ser algo así como una factura, cosa que no puedo definir ya que todo el texto venía en holandés sin dar concesión alguna a la interpretación de un extranjero como yo, mediante la deferencia de ponerlo al menos en idioma ingles, idioma este último que en Holanda hablan hasta los gansos de los estanques...... No obstante por diferentes palabras aisladas, conseguimos deducir que pretendían cobrarnos los siete minutos de ambulancia, haciendo constar la información bancaria de la cuenta a la que habríamos de transferir su importe.
Ya teníamos noticias de que en algunas ocasiones, determinados servicios sanitarios en el extranjero, es preciso abonarlos y, posteriormente, presentando la factura ante la Seguridad Social, siempre que estés en posesión de la Tarjeta Sanitaria Europea, claro está, al cabo de un plazo razonable, te devuelven el importe.
Por eso no me ha extrañado lo expuesto por el creador de este hilo, cuando comenta que le llegó una factura por los servicios de ambulancia recibidos en Alemania, por un importe de 33€. Hasta aquí vamos bastante bien y todo cuadra.
Pero en mi caso y después de que nadie allí nos advirtiera acerca de si el servicio de ambulancia había que abonarlo después desde España o directamente allí, en Holanda, la presunta factura recibida pretendía que transfirieramos a una cuenta bancaria (sentáos por favor) la friolera de ¡MÁS DE SETECIENTOS EUROS!. Es decir, que cada minuto de ambulancia, sin jugarnos la vida con luces y sirenas, más o menos costaba a 100€ por minuto.
Me dio por pensar que quizá se trataba de algún "listo" (Holanda es conocida por albergar a muchos de ellos, de guante blanco, los llaman), que pretendía vengarse de nuestros gloriosos Tercios de Flandes y quizá, teniendo acceso a papeles con membrete, tiraba la caña para ver si pescaba a algún españolito incauto y engordaba así su cuenta personal.
Dado que al fin y al cabo la carta no venía acompañada de algún medio que forzara un acuse de recibo, decidí ignorarla y esperar acontecimientos, sin levantar la liebre preguntando, protestando o haciendo constar que existía y seguía vivo.
Y así hasta ahora, confiando en que la cosa siga así, porque no estoy dispuesto a pagar esa aberración. Si me hubieran pedido 33€ o 50€, seguramente habría picado y con razón o no, timado o no, abonado ese presunto servicio.
Bueno. Alguien ha pedido que fueramos contando nuestras batallitas. Así que aquí os he contado la mía.
Saludos,
Fernando
Mi familia se acerca a recepción y no de muy buena gana, acceden a llamar a una ambulancia. Llega rapidamente, me suben a una camilla y me llevan al hospital. Aproximadamente siete minutos de recorrido, sin sirenas ni urgencias y con el camillero contándome para distraerme, en inglés, porque yo de holandés ni papa, la paliza de Alemania a Brasil en el partido del Mundial de Futbol del día anterior. Como digo, unos siete minutos sin prisas, porque era Domingo a primera hora y apenas había tráfico.
En el Hospital me atienden de maravilla, incluyendo unos "chutes" de morfina, varios porque parecía imposible obtener alivio a mis dolores. Como son gente práctica, en cuanto los médicos creen que la situación está más o menos controlada,nos comunican que, ya que no consideran necesario ingresarme en planta, tengo que irme de allí. Me facilitan una silla de ruedas, me sacan al recibidor y allí nos quedamos esperando a un taxi. Mis hijos se ocupan de la burocracia y presentando la Tarjeta Sanitaria Europea, los de Recepción hacen una serie de llamadas a España, para comprobar unas cosas y nos dicen que todo está OK y la Tarjeta lo cubre todo. No hay problema alguno.
Mientras llega el taxi que nos llamaron desde recepción, mis hijos se acercan a la farmacia para retirar los medicamentos recetados por los médicos del hospital. Aun estando muy cerca, observamos que tardan bastante en volver y nos preguntamos si es que se habrán encontrado con algún problema. Finalmente regresan y nos cuentan que han metido todos los datos en el ordenador, después han impreso unas etiquetas con los datos de mi historial y datos de los médicos del hospital, pegándolas en cada envase, de forma que el medicamento queda personalizado. Una vez hecho esto, pidieron a mis hijos que pasaran a una habitación adyacente y allí, como si de un consultorio médico se tratara, estuvieron durante casi diez minutos explicándoles como funcionaban los medicamentos, la forma de administrarlos, posibles contraindicaciones, como actuar en caso de aparecer efectos secundarios y muchas cosas más. Impresionante.
Regresamos al camping en el taxi y los siete días siguientes los pasé viendo el Mundial en la tele, mientras que mi familia intentaba aprovechar el viaje haciendo excursiones. Cuando me pude mover y muy a nuestro pesar, iniciamos el viaje de vuelta a casa poquito a poco para continuar allí con la recuperación. Vacaciones arruinadas.
Y ahora, vamos al lío, tras comenzar mi intervención, tal y como en mi es costumbre, con un pequeño preámbulo.
Al cabo de unos meses, encuentro en el buzón de mi domicilio una carta procedente de Holanda remitida vía correo ordinario. Tiene el membrete del hospital, o de la compañía de ambulancias, no recuerdo bien y parece ser algo así como una factura, cosa que no puedo definir ya que todo el texto venía en holandés sin dar concesión alguna a la interpretación de un extranjero como yo, mediante la deferencia de ponerlo al menos en idioma ingles, idioma este último que en Holanda hablan hasta los gansos de los estanques...... No obstante por diferentes palabras aisladas, conseguimos deducir que pretendían cobrarnos los siete minutos de ambulancia, haciendo constar la información bancaria de la cuenta a la que habríamos de transferir su importe.
Ya teníamos noticias de que en algunas ocasiones, determinados servicios sanitarios en el extranjero, es preciso abonarlos y, posteriormente, presentando la factura ante la Seguridad Social, siempre que estés en posesión de la Tarjeta Sanitaria Europea, claro está, al cabo de un plazo razonable, te devuelven el importe.
Por eso no me ha extrañado lo expuesto por el creador de este hilo, cuando comenta que le llegó una factura por los servicios de ambulancia recibidos en Alemania, por un importe de 33€. Hasta aquí vamos bastante bien y todo cuadra.
Pero en mi caso y después de que nadie allí nos advirtiera acerca de si el servicio de ambulancia había que abonarlo después desde España o directamente allí, en Holanda, la presunta factura recibida pretendía que transfirieramos a una cuenta bancaria (sentáos por favor) la friolera de ¡MÁS DE SETECIENTOS EUROS!. Es decir, que cada minuto de ambulancia, sin jugarnos la vida con luces y sirenas, más o menos costaba a 100€ por minuto.
Me dio por pensar que quizá se trataba de algún "listo" (Holanda es conocida por albergar a muchos de ellos, de guante blanco, los llaman), que pretendía vengarse de nuestros gloriosos Tercios de Flandes y quizá, teniendo acceso a papeles con membrete, tiraba la caña para ver si pescaba a algún españolito incauto y engordaba así su cuenta personal.
Dado que al fin y al cabo la carta no venía acompañada de algún medio que forzara un acuse de recibo, decidí ignorarla y esperar acontecimientos, sin levantar la liebre preguntando, protestando o haciendo constar que existía y seguía vivo.
Y así hasta ahora, confiando en que la cosa siga así, porque no estoy dispuesto a pagar esa aberración. Si me hubieran pedido 33€ o 50€, seguramente habría picado y con razón o no, timado o no, abonado ese presunto servicio.
Bueno. Alguien ha pedido que fueramos contando nuestras batallitas. Así que aquí os he contado la mía.
Saludos,
Fernando
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