BASTA YA
Para los que piensan en ir al Cabo Norte este verano les ofrecemos una ruta alternativa diferente a la más habitual.
La ruta será la habitual y más conocida hasta llegar a Stockholm (Estocolmo) donde, en vez subir por Suecia lo haremos por Finlandia hasta Rovaniemi donde regresaremos de nuevo a la ruta habitual.
En cuanto acaba el invierno, Finlandia se viste con color verde de la espesura y el azul del agua. Montañas, bosques y lagos, e incluso las ciudades mudan su palidez nival por los colores vivos y los aromas intensos. Durante unos meses, todo el país revive bajo una luz solar casi permanente que alumbra uno de los últimos paraísos naturales de nuestra viaja Europa.
Visitado Estocolmo cogeremos el ferry que nos lleva al archipiélago de las Aland, unas islas poco frecuentadas por el turismo y el contacto directo con la naturaleza. Hay diferentes opciones dependiendo del tiempo que queráis permanecer en las islas o directo a Helsinki.
Recomendamos cogerlo en Estocolmo porque el recorrido por agua es fantástico. También se puede hacer ruta por carretera hasta Kapellskär y allí cogerlo. Perdemos vistas pero ganamos en vistas a otras localidades suecas.
Aquí podéis ver las diferentes opciones: www.sales.vikingline.com/find-cruise-trip/
Para nuestro gusto las Aland mejor que las Lofoten (para gustos los colores).
Así decidimos desembarcar en Mariehamn, capital y principal ciudad de un conglomerado de 6.500 islas de las que solo 80 están habitadas. Es una villa acogedora, con casas de madera y una brisa que mezcla el olor a mar y la fragancia de los omnipresentes tilos.
En medio de un paisaje que alterna roquedales, bosque y mar, el recorrido se convierte en un agradable paseo. La carretera nos conduce a Finström, en el interior de la isla con bonita iglesia medieval.
A medida que la carretera se acerca al mar, el paisaje de rocas y matorrales se impone al bosque; así sucede en Hammarland, donde el entorno, apenas habitado, se vuelve más inhóspito. Sin embargo la villa y su vecina Skarpnatö, conservan algunas reliquias que merecen una visita, como una iglesia de piedra del siglo XII, la mejor conservada de las islas y algunos molinos de viento construidos íntegramente en madera, algunos restaurados y en perfecto estado de funcionamiento.
Cuando se acaba cualquier carretera, puentes y transbordadores llevan hasta la siguiente isla. Por ejemplo, desde Hammarland se puede seguir hacia Eckero en la isla más occidental de las Aland o, hasta Geta la más al norte, asentada en una colina de 107 m. de altura que ofrece una de las mejores vistas sobre el entramado de islas intensamente verdes, un laberinto de canales, estrechos y ensenadas que irrumpen con destellos de agua y sol.
Se mire donde se mire, el paisaje se extiende durante kilómetros y kilómetros lleno de enérgica armonía aparentemente virgen, porque aquí la gente ha sabido poner su creatividad al servicio de la naturaleza.
Las Aland tiene un régimen especial y su propia bandera y Parlamento por lo que aún rigen las fuertes restricciones al alcohol y la libre circulación de mercancías. En contrapartida, las compañías navieras mantienen el negocio del “tax-free” o libre de impuestos por lo que veréis muchos jóvenes que solo embarcan con el fin de aprovisionarse.
Llegado el momento de abandonar las Aland, elegimos Turku, una agradable ciudad que se esparce en torno al rio Aura, siempre surcado por veleros. Turku fue una de las primeras ciudades de Finlandia y conserva alguno de los monumentos históricos más importantes del país como su castillo o la catedral luterana que se levantaron en el siglo XIII.
Llegando a Helsinki un primero de mayo encontraremos la ciudad en plena celebración. Sus calles estarán abarrotadas de gente, sobre todo jóvenes estudiantes, ataviados con gorro blanco y un multicolor mono de trabajo, que festejan el fin del curso escolar y su talento. El mejor observatorio de este plácido escenario es el café Kappeli, que entre jardines, ofrece una soberbia cerveza artesanal, preparada en sus propios alambiques a la vista de los clientes.
Al final de la avenida, junto a los muelles, se alcanza la plaza del Mercado, otro lugar emblemático con puestos en los que se venden frutas, flores, vodka, gorros de piel, calcetines de lana y los más variopintos objetos que se pueda imaginar. En uno de los tenderetes, un descendiente de vikingos expone objetos del extinto ejército rojo: raídas chaquetas de aviador, botas, casquetes con antiparras de los tanquistas, insignias y hasta pasaportes de la extinta URSS.
Helsinki se transformó en una gran capital durante el periodo que formó parte del imperio zarista, entre 1822 y 1852, el arquitecto Karl Ludwing Engel levantó tres edificios imponentes de piedra y mármol en los alrededores de la plaza del Senado: la Catedral, el Consejo de Estado y la Universidad. Este conjunto aporta al centro de Helsinki una identidad propia, con influencias del este y el oeste, de Moscú y de Estocolmo. También sorprende la naturalidad con que combina la modernidad de su arquitectura contemporánea con la monumentalidad rusa. Esta última se aprecia, por ejemplo, en las bulbosas cúpulas de las iglesias ortodoxas o en la estación central de trenes, con las cuatro colosales estatuas que adornan su fachada.
Otros barrios lucen atractivos culturales y turísticos en nada inferiores. En la bahía de Töölö, se concentran muchos de los teatros, museos, salas de conciertos y galerías de arte. El recorrido del tranvía que nos lleva al lugar, nos permite observar cómo el mar y los bosques se adentran en el núcleo urbano en forma de parques y lagos.
Medio escondido en la espesura asoma un gran edificio de mármol que se refleja en las aguas. Es la Casa de Finlandia, obra maestra de Alvar Aalto, sede de congresos, exposiciones y conciertos, y lugar de peregrinación para arquitectos de todo el mundo.
Muy cerca, la Opera Nacional de Finlandia es otro edificio relevante, en el que cemento y cristal se combinan en una estructura de vanguardia muy alejado de la imagen de otros coliseos operisticos por el hervidero de gente joven que se desplaza por el exterior del recinto.
Uno de los rasgos más atractivos de Helsinki lo proporciona el entramado de islas que se extiende en torno a la capital. En total son más de trescientas, y se puede acceder a ellas mediante diferentes transbordadores que zarpan del puerto. La más popular es Suomenlinna en la que se asienta una antigua fortaleza levantada durante la dominación sueca declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El paseo por la isla es un constante encuentro con la historia local, escrita sobre las robustas murallas y los oscuros pasadizos del castillo. También con el presente, pues la isla es actualmente un reducto de la bohemia local, llena de vida, restaurantes, galerías, museos, cafés y zonas verdes. A sólo quince minutos del centro de Helsinki en barco, parece una ciudad dentro de la ciudad.
Saciados de monumentos y museos, penetramos en la región de los lagos y sus grandes espacios boscosos. Desde la “furgo” se observa como los finlandeses han dominado la espesura abriendo carreteras inverosímiles, trazando senderos entre bosques de abetos y abedules o enlazando islas a lomos de puentes.
Nada más emprender la ruta nos debatimos en una duda: ¿hacemos kilómetros o nos adentramos de lleno en el bosque? Nos decidimos por la segunda opción.
Nos instalamos junto a un lago, sin vecinos a la vista ni otra compañía. La sensación de libertad se agranda con la experiencia del primer chapuzón y el sabor del salmón empalado al estilo leñador.
La ocupación que los finlandeses hacen de sus bosques revela una gran devoción por la naturaleza. La explotación forestal, los senderos señalizados y otras infraestructuras para el turismo van parejas a la conservación del territorio como un santuario para la fauna y la flora. Gracias a este respeto, podemos ver como los cisnes silvestres se deslizan plácidamente ante nuestra ventana, o nos despertamos con el reclamo del urogallo, un ave habitualmente muy esquiva.
Tras unos días perdidos en soledad, reemprendemos ruta hasta Tampere, una ciudad industrial salpicada de chimeneas que ya no humean pues sus antiguas fabricas y talleres se han reconvertido en centros de investigación dedicados a las más avanzadas tecnologías.
Siguiente parada en Jyväskylä, una vivaz cuidad universitaria. Asomada a los lagos Keitele y Päijänne adquiere gran actividad en el mes de agosto, cuando se celebra el Rally de los Mil Lagos, prueba que suscita gran interés en un país donde el automovilismo es verdadera pasión nacional.
Curiosamente el nombre de la competición resulta equivoco, ya que la zona lacustre finlandesa no tiene mil lagos, ni siquiera sesenta mil. En un censo exhaustivo se identificaron la friolera de 188.788. La apabullante cifra da credibilidad al tópico según el cual Finlandia es agua en una tercera parte y bosque en las restantes dos terceras partes.
El recorrido por este laberinto de islas y lagos nos lleva a la ciudad de Savonlinna, la más antigua del este de Finlandia y capital cultural de la región. Ambos aspectos se aprecian cuando, nada más entrar en la villa, se encuentra la fortaleza de Olavinlinna, un castillo del siglo XIV construido en medio de un lago que cada año acoge al Festival de Ópera de Savonlinna y abundantes interpretaciones de música clásica.
Nos sorprende el programa por el gran número de obras italianas. Después de asistir a Aida en la arena (circo) de Verona, la tentación de ver Rigoletto se hace irresistible.
Rigoletto con el sol de medianoche sobre nuestras cabezas es toda una experiencia a la que no estamos acostumbrados porque siempre gozamos de óperas y zarzuelas con nocturnidad.
La ciudad conserva diversos balnearios antiguos que le dan cierto aire de refinamiento. Naturaleza virgen y vigorosa actividad cultural perfilen su identidad.
Ponemos dirección norte hasta Kuopio, que acoge el festival de baile y del vino (quién lo diría). El precio (20 euros) de la entrada incluye entrada al lugar de las fiestas, espectáculos y cena con un menú muy especial, parece que estemos en casa: aperitivo cava, queso manchego, jamón, alcachofa marinada, aceitunas y melón. Plato principal: cerdo a la barbacoa, patatas bravas, calçots y otras verduras marinadas. Postre: chocolate, frutas, café o té para terminar. Y si, este año del 2015, el festival está dedicado a España con menús distintos para cada día. Hay cata de vinos todos los días.
Para el 2018 estará dedicado a la cocina y los vinos asiáticos del 29/06 al 07/07/2018.
La siguiente etapa nos lleva a Oulu, conocida por ser la ciudad de los negocios en Finlandia, tiene la red de carril bici más extensa del país. Eminentemente universitaria es la elegida por los estudiantes Erasmus y como no podía ser de otra manera, acoge el festival de música moderna más importante. Recomendable la visita a Romeo y Julieta, dos pirámides de cristal que albergan la flora que no puede estar en las 16 hectáreas de los jardines botánicos de la universidad.
Y llegamos al final de la ruta alternativa en Rovaniemi donde enlazamos de nuevo con la ruta habitual a Nordkapp.
Por la vida, ilis
Para los que piensan en ir al Cabo Norte este verano les ofrecemos una ruta alternativa diferente a la más habitual.
La ruta será la habitual y más conocida hasta llegar a Stockholm (Estocolmo) donde, en vez subir por Suecia lo haremos por Finlandia hasta Rovaniemi donde regresaremos de nuevo a la ruta habitual.
En cuanto acaba el invierno, Finlandia se viste con color verde de la espesura y el azul del agua. Montañas, bosques y lagos, e incluso las ciudades mudan su palidez nival por los colores vivos y los aromas intensos. Durante unos meses, todo el país revive bajo una luz solar casi permanente que alumbra uno de los últimos paraísos naturales de nuestra viaja Europa.
Visitado Estocolmo cogeremos el ferry que nos lleva al archipiélago de las Aland, unas islas poco frecuentadas por el turismo y el contacto directo con la naturaleza. Hay diferentes opciones dependiendo del tiempo que queráis permanecer en las islas o directo a Helsinki.
Recomendamos cogerlo en Estocolmo porque el recorrido por agua es fantástico. También se puede hacer ruta por carretera hasta Kapellskär y allí cogerlo. Perdemos vistas pero ganamos en vistas a otras localidades suecas.
Aquí podéis ver las diferentes opciones: www.sales.vikingline.com/find-cruise-trip/
Para nuestro gusto las Aland mejor que las Lofoten (para gustos los colores).
Así decidimos desembarcar en Mariehamn, capital y principal ciudad de un conglomerado de 6.500 islas de las que solo 80 están habitadas. Es una villa acogedora, con casas de madera y una brisa que mezcla el olor a mar y la fragancia de los omnipresentes tilos.
En medio de un paisaje que alterna roquedales, bosque y mar, el recorrido se convierte en un agradable paseo. La carretera nos conduce a Finström, en el interior de la isla con bonita iglesia medieval.
A medida que la carretera se acerca al mar, el paisaje de rocas y matorrales se impone al bosque; así sucede en Hammarland, donde el entorno, apenas habitado, se vuelve más inhóspito. Sin embargo la villa y su vecina Skarpnatö, conservan algunas reliquias que merecen una visita, como una iglesia de piedra del siglo XII, la mejor conservada de las islas y algunos molinos de viento construidos íntegramente en madera, algunos restaurados y en perfecto estado de funcionamiento.
Cuando se acaba cualquier carretera, puentes y transbordadores llevan hasta la siguiente isla. Por ejemplo, desde Hammarland se puede seguir hacia Eckero en la isla más occidental de las Aland o, hasta Geta la más al norte, asentada en una colina de 107 m. de altura que ofrece una de las mejores vistas sobre el entramado de islas intensamente verdes, un laberinto de canales, estrechos y ensenadas que irrumpen con destellos de agua y sol.
Se mire donde se mire, el paisaje se extiende durante kilómetros y kilómetros lleno de enérgica armonía aparentemente virgen, porque aquí la gente ha sabido poner su creatividad al servicio de la naturaleza.
Las Aland tiene un régimen especial y su propia bandera y Parlamento por lo que aún rigen las fuertes restricciones al alcohol y la libre circulación de mercancías. En contrapartida, las compañías navieras mantienen el negocio del “tax-free” o libre de impuestos por lo que veréis muchos jóvenes que solo embarcan con el fin de aprovisionarse.
Llegado el momento de abandonar las Aland, elegimos Turku, una agradable ciudad que se esparce en torno al rio Aura, siempre surcado por veleros. Turku fue una de las primeras ciudades de Finlandia y conserva alguno de los monumentos históricos más importantes del país como su castillo o la catedral luterana que se levantaron en el siglo XIII.
Llegando a Helsinki un primero de mayo encontraremos la ciudad en plena celebración. Sus calles estarán abarrotadas de gente, sobre todo jóvenes estudiantes, ataviados con gorro blanco y un multicolor mono de trabajo, que festejan el fin del curso escolar y su talento. El mejor observatorio de este plácido escenario es el café Kappeli, que entre jardines, ofrece una soberbia cerveza artesanal, preparada en sus propios alambiques a la vista de los clientes.
Al final de la avenida, junto a los muelles, se alcanza la plaza del Mercado, otro lugar emblemático con puestos en los que se venden frutas, flores, vodka, gorros de piel, calcetines de lana y los más variopintos objetos que se pueda imaginar. En uno de los tenderetes, un descendiente de vikingos expone objetos del extinto ejército rojo: raídas chaquetas de aviador, botas, casquetes con antiparras de los tanquistas, insignias y hasta pasaportes de la extinta URSS.
Helsinki se transformó en una gran capital durante el periodo que formó parte del imperio zarista, entre 1822 y 1852, el arquitecto Karl Ludwing Engel levantó tres edificios imponentes de piedra y mármol en los alrededores de la plaza del Senado: la Catedral, el Consejo de Estado y la Universidad. Este conjunto aporta al centro de Helsinki una identidad propia, con influencias del este y el oeste, de Moscú y de Estocolmo. También sorprende la naturalidad con que combina la modernidad de su arquitectura contemporánea con la monumentalidad rusa. Esta última se aprecia, por ejemplo, en las bulbosas cúpulas de las iglesias ortodoxas o en la estación central de trenes, con las cuatro colosales estatuas que adornan su fachada.
Otros barrios lucen atractivos culturales y turísticos en nada inferiores. En la bahía de Töölö, se concentran muchos de los teatros, museos, salas de conciertos y galerías de arte. El recorrido del tranvía que nos lleva al lugar, nos permite observar cómo el mar y los bosques se adentran en el núcleo urbano en forma de parques y lagos.
Medio escondido en la espesura asoma un gran edificio de mármol que se refleja en las aguas. Es la Casa de Finlandia, obra maestra de Alvar Aalto, sede de congresos, exposiciones y conciertos, y lugar de peregrinación para arquitectos de todo el mundo.
Muy cerca, la Opera Nacional de Finlandia es otro edificio relevante, en el que cemento y cristal se combinan en una estructura de vanguardia muy alejado de la imagen de otros coliseos operisticos por el hervidero de gente joven que se desplaza por el exterior del recinto.
Uno de los rasgos más atractivos de Helsinki lo proporciona el entramado de islas que se extiende en torno a la capital. En total son más de trescientas, y se puede acceder a ellas mediante diferentes transbordadores que zarpan del puerto. La más popular es Suomenlinna en la que se asienta una antigua fortaleza levantada durante la dominación sueca declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El paseo por la isla es un constante encuentro con la historia local, escrita sobre las robustas murallas y los oscuros pasadizos del castillo. También con el presente, pues la isla es actualmente un reducto de la bohemia local, llena de vida, restaurantes, galerías, museos, cafés y zonas verdes. A sólo quince minutos del centro de Helsinki en barco, parece una ciudad dentro de la ciudad.
Saciados de monumentos y museos, penetramos en la región de los lagos y sus grandes espacios boscosos. Desde la “furgo” se observa como los finlandeses han dominado la espesura abriendo carreteras inverosímiles, trazando senderos entre bosques de abetos y abedules o enlazando islas a lomos de puentes.
Nada más emprender la ruta nos debatimos en una duda: ¿hacemos kilómetros o nos adentramos de lleno en el bosque? Nos decidimos por la segunda opción.
Nos instalamos junto a un lago, sin vecinos a la vista ni otra compañía. La sensación de libertad se agranda con la experiencia del primer chapuzón y el sabor del salmón empalado al estilo leñador.
La ocupación que los finlandeses hacen de sus bosques revela una gran devoción por la naturaleza. La explotación forestal, los senderos señalizados y otras infraestructuras para el turismo van parejas a la conservación del territorio como un santuario para la fauna y la flora. Gracias a este respeto, podemos ver como los cisnes silvestres se deslizan plácidamente ante nuestra ventana, o nos despertamos con el reclamo del urogallo, un ave habitualmente muy esquiva.
Tras unos días perdidos en soledad, reemprendemos ruta hasta Tampere, una ciudad industrial salpicada de chimeneas que ya no humean pues sus antiguas fabricas y talleres se han reconvertido en centros de investigación dedicados a las más avanzadas tecnologías.
Siguiente parada en Jyväskylä, una vivaz cuidad universitaria. Asomada a los lagos Keitele y Päijänne adquiere gran actividad en el mes de agosto, cuando se celebra el Rally de los Mil Lagos, prueba que suscita gran interés en un país donde el automovilismo es verdadera pasión nacional.
Curiosamente el nombre de la competición resulta equivoco, ya que la zona lacustre finlandesa no tiene mil lagos, ni siquiera sesenta mil. En un censo exhaustivo se identificaron la friolera de 188.788. La apabullante cifra da credibilidad al tópico según el cual Finlandia es agua en una tercera parte y bosque en las restantes dos terceras partes.
El recorrido por este laberinto de islas y lagos nos lleva a la ciudad de Savonlinna, la más antigua del este de Finlandia y capital cultural de la región. Ambos aspectos se aprecian cuando, nada más entrar en la villa, se encuentra la fortaleza de Olavinlinna, un castillo del siglo XIV construido en medio de un lago que cada año acoge al Festival de Ópera de Savonlinna y abundantes interpretaciones de música clásica.
Nos sorprende el programa por el gran número de obras italianas. Después de asistir a Aida en la arena (circo) de Verona, la tentación de ver Rigoletto se hace irresistible.
Rigoletto con el sol de medianoche sobre nuestras cabezas es toda una experiencia a la que no estamos acostumbrados porque siempre gozamos de óperas y zarzuelas con nocturnidad.
La ciudad conserva diversos balnearios antiguos que le dan cierto aire de refinamiento. Naturaleza virgen y vigorosa actividad cultural perfilen su identidad.
Ponemos dirección norte hasta Kuopio, que acoge el festival de baile y del vino (quién lo diría). El precio (20 euros) de la entrada incluye entrada al lugar de las fiestas, espectáculos y cena con un menú muy especial, parece que estemos en casa: aperitivo cava, queso manchego, jamón, alcachofa marinada, aceitunas y melón. Plato principal: cerdo a la barbacoa, patatas bravas, calçots y otras verduras marinadas. Postre: chocolate, frutas, café o té para terminar. Y si, este año del 2015, el festival está dedicado a España con menús distintos para cada día. Hay cata de vinos todos los días.
Para el 2018 estará dedicado a la cocina y los vinos asiáticos del 29/06 al 07/07/2018.
La siguiente etapa nos lleva a Oulu, conocida por ser la ciudad de los negocios en Finlandia, tiene la red de carril bici más extensa del país. Eminentemente universitaria es la elegida por los estudiantes Erasmus y como no podía ser de otra manera, acoge el festival de música moderna más importante. Recomendable la visita a Romeo y Julieta, dos pirámides de cristal que albergan la flora que no puede estar en las 16 hectáreas de los jardines botánicos de la universidad.
Y llegamos al final de la ruta alternativa en Rovaniemi donde enlazamos de nuevo con la ruta habitual a Nordkapp.
Por la vida, ilis
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