DE GERONA A EXTREMADURA PASANDO POR POLONIA Y LAS REPÚBLICAS BÁLTICAS
Como ya anuncié, este viaje consta de dos partes:
1. La espera
2. La partida
La primera: va del día 18 al 31 de julio, y relata nuestras andanzas por tierras peninsulares. Es la más personal y también la de menor interés desde el punto de vista viajero. Dicha parte permanecerá inédita hasta que lleve el relato al formato papel.
La segunda: es el viaje internacional propiamente dicho, con salida de Gerona el 1 de agosto y llegada a casa (con perdón de la concurrencia) el 2 de septiembre. En total, 10.370 kilómetros. Esto será lo que publicaré online. Como en la práctica no se trata de dos viajes sino de uno, tanto el cómputo de los días como el del kilometraje los haré desde el principio, esto es, desde casa.
Y nada más. Que disfrutéis acompañando nuestros pasos. Como siempre, sabéis que los comentarios son bienvenidos.
1 de agosto, día 15.
A las nueve de la mañana hace ya un calor de espanto, y tengo que conectar el enfriador, pese a que no me fío mucho del estado de las baterías, que deben de andar a estas alturas muy descargadas. Me acerco al super próximo y compro algunas de las cosas que necesitaremos en el viaje. Bego ha salido de Plasencia a las ocho de la mañana. Entre trasbordos y demoras echará doce horas en el viaje, y eso pese a coger el AVE entre Madrid y Barcelona. Doce horas era exactamente el tiempo que empleaba el rápido Sierra de Gredos entre Cáceres y Barcelona, sólo que a menos de la mitad de precio. Lo que son las cosas.
A la una el calor es insoportable. Echo gasoil y me voy para Gerona, donde encuentro sombra junto a un polideportivo municipal. Cuando voy a pasar el frigo de batería a gas compruebo que la chispa de encendido no salta: horror y pavor. Reviso los fusibles como un poseído hasta que descubro que la centralita está desconectada. Caso resuelto: el enfriador ha tumbado definitivamente las baterías. Abro todo lo abrible y a sudar a mares.
Chandra sigue sin comer gran cosa. Le doy parte de mi arroz con mariscos y al rato lo vomita. Menos mal que su ama está al caer.
Como el sitio parece relativamente seguro, cierro la auto y nos vamos para el centro cruzando el Ter a través de una pasarela peatonal y de un parque en el que sólo hay plátanos, eso sí, gigantescos. Los riegan mediante pequeñas acequias por las que corre un agua cristalina. Trato de que Chandra beba en una, sin éxito: ella elige la charca de los patos, la del agua más verde, putrefacta y hedionda. En casa hace lo mismo, desprecia el agua de grifo que le ponemos en un cuenco y bebe siempre del diminuto estanque que tenemos en el jardín. De tan verde, más que agua aquello parece una infusión; por eso desde que tenemos a la perrita lo hemos bautizado como la ciénaga, en alusión a la película de Shrek.
Girona. Parc de la Devesa
Una vez localizado el banco y provistos de dinero en efectivo, volvemos a la auto y nos vamos a Carrefour a hacer el resto de la compra y a sellar la garantía de la cámara -una Canon PowerShot SX100 IS- con la que, por cierto, estoy muy contento. Yendo para allá estoy a punto de meterme por un túnel que pasa bajo la antigua N-II con limitación de 2,1 metros. Tengo que dar un rodeo y llegar al hiper por otra calle; creo que un par de días más aquí y conocería Gerona como mi propia casa.
Más espera y más calor. A las 19:30 arranco y me voy para la estación de tren. De nuevo el TT hace de las suyas y me mete por una calle estrechísima donde casi quito las pegatinas a los coches. Entro en el parking de pago y nos vamos a la puerta de la estación.
Esperando a su ama
El tren de Barcelona llega puntual. La misma puerta que se tragó a Bego hace tres días la devuelve a mi realidad y a la de Chandra. Pienso que ésta creía factible dicha posibilidad, por reconocer el sitio y porque yo le nombré varias veces a su querida amita. La primera reacción de Chandra es fría: el síndrome del abandono conlleva un mecanismo de defensa que es la negación, y sólo poco a poco se permite aceptar que lo que está ocurriendo es real, que la felicidad perruna es posible. Cuando volvimos de Egipto le pasó lo mismo: se la llevamos a mis padres para que la cuidaran, y al vernos de nuevo les pedía incluso permiso para acercarse a nosotros. Sólo a la mañana siguiente, cuando descubrió que no nos habíamos ido, fue cuando realmente dio rienda suelta a su alegría.
Me pregunta Bego si nos quedaremos a dormir en Gerona, a lo que yo respondo tararí que te vi, que no permaneceremos aquí ni un minuto más de lo necesario, pues estoy harto de esperar y de este terrible calor húmedo; le comunico que a partir de este momento queda oficialmente secuestrada para ser conducida hacia el Norte, en busca de tierras más frescas, y empezar de este modo la segunda parte de esta historia, que es
EL VIAJE
Camino de la frontera francesa sopla el viento con bastante fuerza. Hay una tormenta agarrada a los Pirineos que parece que va a descargar, pero se aguanta. Pasamos la Junquera oscureciendo. No hay mucho tráfico, sobre todo si lo comparamos con el que habrá mañana, pues está prohibida la circulación de camiones durante todo el día.
Pasado Perpiñán el viento arrecia de lo lindo. En la oscuridad se recorta la línea de luces que marca la costa. Este trayecto lo hicimos a la inversa hace un par de años, de vuelta del viaje que nos llevó a Viena, a los Dolomitas, a Praga y a Budapest. También nos recuerda que nos hallamos en territorio comanche. Aún recuerdo la impresión que nos causó Sète, con las autos estacionadas en las ruinas de un antiguo edificio portuario, tan pegadas entre sí que no cabía entre ellas un papel de fumar. Con los relatos de robos a autocaravanas, tanto en la costa francesa como en la autopista adyacente, se podría llenar una enciclopedia. Por eso el lugar de pernocta para hoy lo he escogido con un cuidado infinito. En realidad he escogido varios -todos hacia el interior y a por los menos 10 kilómetros de la autopista-, para dirigirnos a uno cuando ya estemos lo suficientemente cansados. Esto ocurre a la altura de Narbonne, cuyo perímetro urbano circunvalamos, desde donde nos dirigimos por una estrecha e irregular carretera hasta Ouveillan, donde estacionamos a la puerta de la cooperativa vinícola (43°17'29.98"N 2°58'12.78"E). En el lugar aparece señalizada un área, pero la entrada es tan estrecha y oscura que no damos con ella hasta después de haber nivelado la auto, y entonces ya no nos movemos.
Justo a la entrada del área, en el jardín de una casa, hay varias parejas mayores haciendo una barbacoa. A medida que aumenta la ingesta de vino va subiendo el nivel de las risas, pero sobre la una y media recogen el chiringo y después, como dice Cervantes, no hubo nada.
Kilómetros etapa: 190
Kilómetros viaje: 1.775