Cuento de Navidad para nuestras mascotas

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  • Pepi-Mataro
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    • 17 oct, 2003
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    • MATARO (Barcelona)

    Cuento de Navidad para nuestras mascotas

    Una bella historia que llega al alma, una bella historia de navidad.

    La Navidad de un perrito abandonado

    Era el primer domingo de Adviento, y yo me pregunté si era verdad lo que estaba viendo: el automóvil se detuvo, se entreabrió una puerta trasera y alguien hizo bajar a un perrito muy inquieto. “¡Bájate, Pulquete!”, ordenó una voz desde el interior. El pobre animalito quedó desconcertado cuando el automóvil se alejó a toda velocidad. Me partió el corazón verlo correr desesperado detrás del vehículo.

    Pulquete tendría unos seis o siete meses; menudito, de patas largas y pelo corto color de canela, exhibía una oreja negra de llamativo contraste. No volví a verlo hasta mucho después, pero imagino que esa noche, agotado y tembloroso, durmió acurrucado en el primer agujero que encontró. Por la mañana comenzó a buscar a sus dueños. Ese día no comió y apenas bebió un poco de agua estancada. Los días y las noches se le hacen interminables. A las dos semanas está flaco y decaído, aunque se lo puede reconocer fácilmente por su orejita negra. Como es muy joven comienza a olvidar a quienes lo arrojaron a la calle. Tal vez recuerda vagamente un patio soleado donde retozaba despreocupado. No sabe qué le pasa, pero tiene hambre y mucho miedo porque otros perros callejeros lo corren, la gente lo echa de las veredas y cuando cruza las calles, unos artefactos rugientes se le vienen encima.
    Pero a pesar de todo, Pulquete siente una irresistible atracción por las personas. Cuando descubre que alguien lo mira compasivo, se le acerca tímidamente con la cabeza gacha y ojos que imploran una caricia. Pero, invariablemente, esa persona que se detuvo misericordiosa endurece la mirada y sigue su camino, no vaya a ser que el pobre animal se le adose y la siga.

    Diez días después de presenciar aquel acto incalificable, nuestro perro Budy, un maravilloso lanudo grandote y bonachón, de cuatro años de edad, se nos escapa, asustado por los cohetes, y se pierde. Lo buscamos días enteros por el barrio y por las calles de la ciudad, pero nuestro querido Budy no apareció. Tomás, nuestro hijo de ocho años, estaba desconsolado; nunca lo habíamos visto tan afligido. Se acercaba la Navidad y todo hacía presagiar que la íbamos a pasar con mucha tristeza. Budy se había alejado mucho de su casa. Cuando se le pasó el susto intentó regresar, pero caminó en sentido contrario y terminó en un mundo desconocido y ruidoso: el centro de la ciudad.

    Durante días y noches corrió desesperadamente buscando a su familia, hasta que el desaliento y el cansancio detuvieron su atolondrada carrera. Su mirada vivaz se apagó y su abundante pelaje pronto fue una maraña sucia y enredada.

    Un día que llovía copiosamente el pobre Budy trotaba pegado a la pared buscando algún recoveco donde guarecerse cuando se topó con un cachorro flaco, asustado y empapado que se detuvo y lo miró con curiosidad. El debilucho Pulquete, al que ya se le contaban las costillas, y Budy, corpulento y greñudo, se quedaron estáticos bajo el aguacero observándose con expectación. Pulquete, con sus orejitas paradas, movió tímidamente la cola y Budy se le acercó para olerlo. Enseguida se hicieron amigos y ya no se separaron en su vagabundeo. El pequeño seguía al grande a todas partes, buscaban comida juntos y en las noches frescas se daban calor pegaditos uno con otro. Budy seguía con su idea fija de localizar su casa, obsesión que sólo olvidaba temporalmente cuando se divertía con Pulquete en el novedoso juego de perseguir automóviles y motocicletas


    Llegó el 24 de diciembre. Hacía ya catorce días que se había perdido nuestro perro, y desde entonces Tomás casi no hablaba ni se interesaba por nada. Mi esposa y yo, preocupados por tan prolongada apatía, decidimos llevarlo a la Misa del gallo que se celebraba a las diez de la noche en la Catedral. No sé cómo se nos ocurrió la idea, pero esa misma noche, al terminar la ceremonia, cuando todavía vibraban en nuestros corazones los conmovedores acordes del Gloria in excelsis y los ángeles aún aleteaban sobre nuestras cabezas, comprobamos que aquella decisión no había sido casual.

    Al salir de la iglesia fuimos rápidamente hasta nuestro coche para llegar cuanto antes a casa, donde nos esperaban los abuelos de Tomás para la cena de Nochebuena. Iba a poner el motor en marcha cuando Tomás sale de su mutismo y me dice:

    —Mira, papá, ese pobre perrito, ¡qué flaco está!

    Me fijo donde me señalaba mi hijo y reconozco al cachorro por su inconfundible mancha negra.

    —Pero si es Pulquete, el cachorro que tiraron a la calle desde un coche. ¿Te acordáis que te lo conté? Fue antes de que se perdiera Budy. Qué desmejorado está, pobrecito.

    —Mira como nos mira, papi, como si quisiera venir con nosotros...

    —No, Tomás..., no podemos...

    —Quiero acariciarlo papá, por favor... ¡Ven, perrito...!

    Yo sabía que si Tomás acariciaba a ese cachorro tendríamos que llevarlo a nuestra casa.

    ¿Pero cómo negarle ese gesto de ternura después de lo que había sufrido? Nos miramos resignadamente con mi esposa y asentimos en silencio.

    Tomás bajó del coche y acarició efusivamente al cachorro. Había que ver a Pulquete, estaba loco de alegría, movía la cola, le lamía las manos y la cara, saltaba feliz, se tiraba panza arriba.

    —Papá, está hambriento, tenemos que darle de comer.

    —Está bien, súbelo al coche que lo llevamos a casa.

    Tomás, entusiasmado y feliz como no lo habíamos visto en semanas, trató de inducir al cachorro a que subiera. Pero para nuestra sorpresa, Pulquete no avanzó. Se quedó parado expectante. Tomás insistió en llamarlo pero el perrito, lejos de subir al coche se alejó, se puso a ladrarnos como si quisiera decirnos algo, se alejaba de nosotros, se detenía y nos ladraba. Su comportamiento era muy extraño. Tomás intentó agarrarlo pero apenas se le acercó, el cachorro corrió para volver a detenerse y a ladrarnos varios metros adelante. Tomás quería ir tras él, pero se nos hacía tarde y no podíamos perder tiempo en los caprichos de un perro desconocido.

    —Déjalo, Tomás, es muy tarde, vamos a casa.

    —¡Papá, por favor...!

    —Sube, vamos a casa, está claro que no quiere venir con nosotros.

    Puse el motor en marcha y Tomás se puso a llorar. Pulquete había vuelto a correr y ya había doblado la esquina.

    Lo que sucedió a continuación todavía hoy nos emociona y no lo vamos a olvidar en nuestras vidas. El motor del coche se detuvo inexplicablemente y no hubo forma de hacerlo arrancar. “¿Qué pasó?, me dije inquieto, ¿Se habrá ahogado? Sí, seguro...; bueno, paciencia, tendremos que esperar un poco”. Tomás lloraba en el asiento trasero y adiviné que mi esposa, con la cara vuelta hacia la ventanilla, también dejaba correr algunas lágrimas silenciosas.

    En eso oímos unos ladridos familiares.

    —¡Papá, papá! —gritó Tomás— ¡Mira! ¿Ese no es Budy?

    — ¡Por el amor de Dios, sí, es Budy, es Budy! —exclamó mi esposa

    ¡Era Budy ! Había reconocido el automóvil y venía corriendo desde la esquina a toda velocidad. Y detrás de él, ladrando entusiasmado, venía Pulquete, el cachorro abandonado que no quiso abandonar a su amigo y por eso había tratado de hacernos entender que debíamos esperarlo hasta que él lo fuera a buscar.

    Y adivinen qué pasó cuando los dos perros estaban ya dentro de nuestro automóvil y todos llorábamos y reíamos de alegría: el motor arrancó apenas giré la llave. Fue como si algún ángel de Navidad, un ángel tal vez de los animales, ¿por qué no?, hubiera dicho con una dulce sonrisa: “Bueno, ahora sí se pueden ir todos a casa a celebrar la Nochebuena".


    Un beso.
    sigpic

    Piensa, cree, sueña y atrevéte.
  • CUATRO
    Usuario
    • 8 jul, 2010
    • 330
    • El Paraiso

    #2
    buag, menuda pasada, estoy escribiendo y apenas veo las letras del teclado, esta historia me hizo recordar a mi querida husky senda que ahora hace 24 meses que nos dejo derepente,

    Comentario

    • rufus
      Usuario
      • 16 oct, 2005
      • 342
      • SANT CUGAT DEL VALLES (Barcelona)

      #3
      Nuestra amiga Pepi siempre nos toca la fibra sensible y a mi me emociona su delicadeza; Pepi,que suerte tienen los tuyos por poder disfrutar de una persona como tú.

      Feliz Navidad para todos ¡¡¡¡¡

      Rufus


      p.d. es facil entender que tambien soy buen amigo de los perros

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      • LOLO
        Usuario
        • 22 abr, 2007
        • 24324
        • Móstoles

        #4
        ójala todas las historias acabaran así;gracias por emocionarme,Pepi.

        Un achuchón a todos los seres de buen corazón,tengan las patas que tengan
        sigpichttps://www.facebook.com/profile.php?id=1490804478

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        • angeles
          Usuario
          • 2 nov, 2004
          • 1942
          • BOADILLA DEL MONTE

          #5
          preciosa historia, Pepi

          siempre me emociona lo que escribes. Supongo que lo tendrás a buen recaudo guardado, este precioso relato y otros más que he leido...
          http://www.angeles-viajarlibre1.blogspot.com/

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          • EvaV
            Usuario
            • 25 ene, 2005
            • 6960
            • Osona (Barcelona)

            #6
            Precioso !
            http://www.evav.es/ 2005 Noruega, 2006 Finlandia, 2007 Islandia, 2008 y 2012 Suiza, 2009 Irlanda, 2010 Canadá, 2011 Escocia, 2013 Holanda, 2014 Aguas croatas, 2015 Gales, 2016 Austria, 2017 Lofoten

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            • danaci-10
              Usuario
              • 12 oct, 2011
              • 745
              • mijas costa

              #7
              me emocione tanto al leer esa historia que me hizo reflexionar hacerca de cuanto aprendo dia a dia de "ellos".
              cuantas lecciones de vida nos dan continuamente y muchas de ellas se nos pasan por no comprenderlos aunque tengamos toda la buena intension de hacerlo.
              despues de leer esta historia la cual agradezco tener el privilegio de poder conocer me di cuenta que tan solo me siento en estos momentos,tal vez esta historia sirva para poder salvar a algun "amigo"abandonado que lo necesite y poder tambien llenar en parte la soledad de mi corazon
              muchas gracias queridos compañeros
              felices fiestas para todos
              saludos
              sigpic

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              • pepe y cristina
                Usuario
                • 19 jun, 2008
                • 428
                • madrid y santander

                #8
                Muchas gracias por tanta ternura
                Feliz Navidad

                Comentario

                Trabajando...